lunes, 1 de febrero de 2010

Tacones Cercanos.


Llovía a cantaros esa tarde, yo tenía que arreglarme para ir a la fiesta de tu prima, esa que dices que es insufrible. No dejaba de preguntarme entonces ¿porqué querías ir?
En algún momento pensé en cancelar, pensé que hacía frio, que llovía, que no tenía ganas de salir. Pero quería verte. Necesitaba verte, saber de ti, de tu semana.
Hubiera querido ponerme el pantalón negro con el suéter de cashmire, pero terminé poniéndome un vestido, negro también, y encima un suéter largo muy hermoso de angora.
No sabía cómo peinarme, estaba nerviosa, ansiosa, me sentía torpe, no atinaba al maquillaje, quería verme con los ojos de gata, como en esas películas francesas, pero terminaba pareciendo prostituta de la calle primera.
A lo único que atiné fue al perfume.
A vos te gusta mi perfume. Jamás me lo has dicho pero un día en el auto, mientras nos despedíamos me abrazaste y pude ver claramente por el reflejo de la ventana cómo aspirabas de mi cuello, profundamente con los ojos cerrados.
Perfume.
A las ocho en punto bajé al primer piso del edificio. Ahí estabas vos con las manos en el bolsillo, mirándome, como si fuera una desconocida, y te sonreí, hubiera querido correr hacia ti, y besarte, olvidarnos de la fiesta, quedarnos a hacer el amor toda la noche a la luz de una sola vela.
La fiesta estuvo más o menos. Tú tan serio, por momentos creí que estabas molesto conmigo, tus amigas me hacían mil preguntas que yo no sabía contestar. Yo solo quería estar contigo.
De regreso a casa me moría de frio, paraste el auto a media carretera, todo estaba oscuro como la boca de un lobo, la luna quien sabe dónde estaba. Paraste el auto y me besaste, me besaste profundamente y mi boca te recibió ansiosa, mis manos te despeinaban, te acariciaban la cara.
Mi cuerpo entró en calor entonces, sentía fiebre.
Encendiste de nuevo el auto y seguimos rumbo a casa, bueno, rumbo a mi casa.
De repente la luna, ahí, rompiendo el negro del cielo, la luna, le daba a tus ojos un brillo hermoso, un brillo que yo no conocía.
Quería que me miraras así, con la cara de frente a la luna.
Llegamos a casa y bajando del auto se rompió uno de mis tacones haciéndome caer. Me ayudaste a subir al tercer piso, con el tobillo hinchado, me llevaste hasta la cama, me querías preparar un té. Te dije que no tenia gripe y metiste de nuevo tus manos a los bolsillos.
No sé cuánto tiempo duraste ahí parado en la puerta, mis medias estaban rotas, mi vestido estaba mojado, mi cabello revuelto.
Tardé tanto tiempo arreglándome - te dije- y mira nada más como terminé.
Te acercaste a la cama, te sentaste junto a mí y me besaste de nuevo Erik. Tal como en el auto, mi boca te recibió, húmeda y tibia.
Me besaste y poco a poco fuiste quitándome la ropa, hasta dejarme desnuda.
Abriste las cortinas para que entrara la luna.
Encendiste una vela.
La noche palpitaba.
Monique.

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