sábado, 20 de febrero de 2010

De supermercados y librerías

Recorriste las librerías de cualquier país que pisamos, de cualquier sitio donde tus ojos se ausentaban por la ventana. Entramos siempre felices. Me encantaba mirar tus manos impacientes, que cruzaras los brazos en algún estante y discernieras entre tus pensamientos y mis gustos.

Pasabas siempre lejos de mis autores preferidos, siempre coincidimos en muchos pero disfrutaba mirarte así, alejando a los Velascos, arropar a los Cortázar entre tus dedos mientras los Sabines y los Calvino ya se encontraban bajo tu regazo. Recuerdo que te recargaste en los Ruvalcaba pero sólo para dejar tu bolsa, aplastaron tus libros a mis preferidos, así como tu cuerpo se junta con mi corazón cuando me besas.

Recorrimos los pasillos buscando lo fresco, así como lo llamas tú y me hace pensar en el supermercado, cuando vamos oliendo, tocando y hasta probando algo que quieres adquirir. Pero es diferente ahora, acá los Azuela ya están en tu casa, los Altzor descansan en la mía. Me dices: escucha, escucha y recitas el poema más bello de Sor Juana sólo para mi oído, sólo para mi alma que te escucha siempre ronronear.

Nos sentamos a mirar a la gente, vivimos como los amorosos, caminamos como en alguna historia apenas detallada en el tintero. Siempre tomados de la mano regresamos a casa para leernos las primeras páginas de los libros que elegimos para que en la nueve ya estemos acurrucados en la cama, uno encima del otro.

1 comentario:

  1. Y acurrucados estar en una dicha mayor a la imaginada, en los deseos de tantos autores...

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