miércoles, 17 de febrero de 2010

Llovía.

Son las 3:40 donde estoy parada y miro a tu cama, donde son las 5:40. Duermes como un niño y quiero arroparte, acariciarte, acurrucarte. Estoy ahí contigo. Y te amo, y te necesito. No te vayas nunca. nunca (aunque) nunca es una palabra de mucho tiempo. Tiempo es lo que me gustaria detener con el unico propósito de besarte.


Toda la mañana llovió.
La estufa estaba encendida porque yo preparaba una sopa para el almuerzo, así que no teníamos frio, pero vos de todos modos traías puesto el suéter que perteneció a tu abuelo.
Como siempre, yo tenía trabajo atrasado que debía terminar. Me senté en la mesita junto a la ventana y tú mirabas la tv, una película o algo así.
Te levantabas en los comerciales para besar mi cuello. Yo reía y te acariciaba la cara pero sin dejar de atender mis papeles.
"Ya no te distraigo amor" - me decías, pero invariablemente, al siguiente comercial venias a la mesa, y me decías cosas al oído, a veces ni entendía lo que decías, pero te intuía delicioso.
7 horas después, la lluvia seguía cayendo. Hubo un par de apagones, pero la luz regresaba. La ciudad estaba en silencio, no había autos, ni gente.
Desde nuestro cuarto piso las calles se veían larguísimas y grises
Un gato maullaba triste en algún lugar.
Tomábamos café, sentados en el piso junto al sillón, me preguntabas porque me gustaba el cine, por qué escribía, por qué amaba cocinar, por qué ya no pintaba, si era del PRI o del PAN, porqué odiaba tanto a la iglesia católica; apenas te respondía una y ya me estabas preguntando la otra.
Tomábamos café.
El cielo estaba gris.
Ninguno llevaba zapatos.
La sopa estaba lista.


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