viernes, 12 de febrero de 2010

La despedida.



Y fue así como un día llegamos al café ese que me gusta tanto. Preguntaste que tomaría, y dejé que tú eligieras por mí, un latte italiano y una medialuna. Delicioso.
Me preocupaba que no hubiéramos hablado de ciertas cosas que yo consideraba muy importantes, ya sabes, asuntos pendientes.
Quería hablarte pero es tan difícil, tus ojos me distraen, tu mano nerviosa jugueteando con la servilleta, ese cabello que te tapa la cara y que a cada rato acomodas.
Y yo como una verdadera idiota, balbuceando incoherencias...algo así como que necesitaba que supieras que tal vez yo no soy lo que tú quisieras que yo fuera, o que yo quisiera ser lo que tú quisieras que yo fuera y que no soy... o todo lo contrario, y que el amor es muy bonito pero...

-"¿parece que te estás despidiendo de mi, que me quieres decir?"


¿Despedirme de ti, cómo habría eso de ser, si apenas te había encontrado, apenas supe que la vida recién comenzaba, a tu lado, con el pecho lleno de felicidad, con una sonrisa eterna dibujada en la cara... cómo podrías pensar que me despedía?
Y es que soy tan torpe...
Y debiste ver la desesperación en mis ojos, que te inclinaste sobre la mesa y me besaste.
El tiempo se detuvo, como siempre.
Nos besamos dos, tres, siete veces.
Cambiaste de lugar para venir a sentarte a mi lado y que pudiera recargar mi cabeza en tu hombro.
Amoroso, como eres, me llevaste a casa, besando mi cara y mis manos todo el camino.
Ese día me despedí de la fijación absurda con los asuntos pendientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario