jueves, 25 de febrero de 2010

La chica mas guapa.

Me gusta pensar que no soy una mujer celosa. Que estoy por encima de esas banalidades, segura de mi misma y de los que me rodean. Me gusta pensar que mi inteligencia es más alta que el común denominador de las mujeres. Bueno, me gusta pensar muchas cosas...entre ellas que soy arrogante al pensar así.

Jamás había sentido la necesidad de formalizar lo que tú y yo teníamos, simplemente porque yo veía mas entrega, más dedicación, más amor, más fidelidad en lo nuestro, que en la mayoría de las parejas.
Vivíamos una vida perfecta, sin celos, sin drama. Amor al despertar abrazados, amor durante el día que nos dolía el pecho de tanto extrañarnos, amor en la noche que nos dolían los labios de tanto besarnos, amor cuando nos vencía el sueño luego de horas de acariciarnos. Y al día empezar de nuevo.
Que compromiso podría ser mayor que ese?

Aparece en escena "La chica más guapa de tu salón".

-Hoy la chica más guapa del salón me pregunto si tenía novia, y me quede callado- comentaste tan quitado de la pena mientras yo pelaba papas en la cocina.

Jamás la describiste. Tenía el cabello oscuro como yo, o era rubia? era alta, o bajita? era también la más inteligente o la mas bruta ( eterno cliché de las mujeres hermosas). Que la hacía ser más guapa que las demás? como eran las demás? quien decía que precisamente ella era la más guapa?

Claro, el que me hubieras pedido o no que fuera tu novia, paso a segundo término. Me obsesionaba la idea de la chica más guapa del salón. Sentí coraje, miedo, indignación: Esta fulana como se atreve ? y que le importa si tienes novia o no? Acaso no saben todos que vives conmigo? Para que quiere saber? ..Y así.

Yo no dudé que fuera mucho más hermosa que yo, ah, pero de seguro mi endiablada inteligencia sería suficiente para aplastarla como cucaracha. Pero -siempre hay un pero no?- pero que tal que fuera más inteligente que yo?.
Estaba frita.

Llegue a casa apurada. Tenía que bañarme y cambiarme para ir al bar al cumple de mi amigo.
Tenia ganas de ir, pero tenía un asunto pendiente contigo.
Cuando llegaste yo recién terminaba de peinarme. Como siempre amoroso me tomaste por la cintura y frente al espejo me abrazabas y me piropeabas.
Me sentía lívida.

Esa necesidad de reclamar lo mío, el miedo a perderte, la inseguridad, la incertidumbre, todo, todo, todo desembocaba sacudiéndose en un constante mariposeo en la boca de mi estomago. Creo que temblaba. Creo que hubo un temblor.

Con un impulso lleno de bravado te dije –No me voy de aquí hasta que no me contestes una pregunta-

-Ok- y fue un ok despreocupado, no tenias ni idea de lo que te preguntaría.

El corazón me palpitaba como loco, no podía sostenerte la mirada. Tenía tanto miedo pero la insoportable necesidad ( o necedad) de saber, me empujaba a actuar, era como dar un paso al vacio con los ojos vendados y sin paracaídas. Una excitación irresistible recorrió mi espalda:

-Quieres ser mi novio?




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