domingo, 18 de abril de 2010

Venganza

Iba a describir otro momento pero recordé que no te gustan los niños. Odias que quiera hacerte el amor cuando amarías sólo con tenerme en los brazos. Comenzaría colocando, así, como dictan las películas, el lugar, la hora y cómo se desarrolla.

Todo comenzó el día después de las chelas, del agua Bonafont y tus amigos recomendando sitios para comer. Llegamos, no planeamos nada, sólo tirarnos en la cama mientras miraba gran parte de la noche tus labios, tus párpados y tu mano en mi pecho. No quería moverme para despertarte. Amé mirar tu ropa interior toda la noche, era como ese deseo malvado, como el sueño de que te levantaras y me dijeras así, como me lo has dicho algunas veces en los lugares más extraños. Recuerdas el día que comíamos con mis padres, me levanté por una coca-cola porque, como buenos padres, en mi casa nadie lo hace.

Recorriste el pasillo y me dijiste: ¡no traigo ropa interior!, casi vómito el néctar capitalista y no pude concentrarme en la charla. Mi madre tratando de convencerte de que me pidas terminar a más tardar este año la escuela. Los viajes pendientes, mi gusto por tu inteligencia, mi hermana suspirando por la forma en que dices que me amas y en la forma en que te quiero pedir que vivas todo conmigo: El Basquiat, los tres nativos y todos los libros, películas y revistas que un día acomodamos toda una noche.

Metro Buenavista, mucho calor, bajamos al Chopo y seguimos por las librerías viejas. Metro hasta la Cineteca, esperar el horario, tomar un café, revisar unos libros. Planear el día venidero, besarnos en las bancas. Arreglar la salida, los tacos en la esquina y la salida de la noche. Me explicabas lo de tu espalda mientras no dejaba de mirarte hablar, tomaste mi pierna y al besarte sentiste mi cuerpo, me arrodille ante el tuyo, miraba desde abajo tu sonrisa. Jugué la venganza. Hablabas y solté la sentencia: “Mónica, no traigo ropa interior” escuchaste de eme a ere. Y de inmediato comprobaste mi calentura, mi cuerpo ya estaba listo para ti. Ni esperamos mirar la película, debíamos comer, pasar al cajero, metro hasta el centro, baño, agua y una noche corta porque nos esperaban las calles empedradas y llenas de luces. Traté de levantarme pero la erección era visible, me diste tu mochila con una sonrisa tan sexual que no puedo olvidar, sin gente seguro algo pasa ahí. Aunque los baños quedaban cerca como buenos adultos continuamos la noche y llegamos al 114. Esa noche se incendiaría, esa noche estuviste genial, esa noche me pediste…, esa noche me hace falta, ésta me haces falta.

1 comentario:

  1. ....muy bonito...yo amo el olor entre su pelo y su nuca justo atras de la oreja, solo asi puedo dormir.
    sigan escribiendo es una delicia
    Mac

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