martes, 4 de mayo de 2010

500 días sin Mónica

Y yo no pregunté por tus novios ni lo que éramos. Olvidamos las etiquetas y nunca nos peleamos aunque la primera vez sí viniste a  casa mientras llovía. Me explicabas esa mierda conceptual mientras me conmovía por tus ojos, huimos al cine y amábamos ser snob.  Te emocionan las películas raras tanto como a mí me emociona comprar muebles.
 
Tomaste mi mano por el centro, conocí las pinturas de tu casa y ordenamos mis películas en tus muebles. Elegiste la primera porno juntos y me enseñaste lo del mento y el suspiro en tu cuerpo. Tradujimos completa esa película francesa que nunca habías visto, nos gustaban los claro oscuros y esos acentos que entendías a la perfección.
 
Roncas y lo sabes. Yo no canto pero tú sí. Odio que te acorruques y no pueda besarte. Escribir tarjetas de felicitaciones es como el trabajo de ahora, hacer enunciados publicitarios. Y así, los grises en el cuaderno para nunca mirar un anillo en tu dedo.
 
Pero las películas, el rock y el amor no tienen la culpa. Mucho menos las palabras, dios. No pasa ni una semana y pareciera que son mil días, quinientos o mil quinientos días sin ti. Y no quiero fijarme bien en el pasado, esos flasback detenidos en las peores cosas que no existen. Que lloraras en la cama.
 
La pelota de tenis en mi cuarto con esas hojas y los rayones. No dibujos ni cartas, rayones y palabras sobre palabras. Yo no quiero ser comunicólogo ni buscaré trabajo de escritor, quiero seguir escribiendo tarjetas de felicitaciones. Quiero seguir amándote, quiero tomar tu mano en el centro, en la librería.
 
Quisiera tener una banca que te sorprenda y encontrarnos ahí cuando no nos hayamos visto en mucho tiempo. Tu alma es libre y puedes bailar con quien sea. Sólo no espero ir a la fiesta donde salga corriendo y me embriague en tetrapack. No quiero empezar desde el primer día cuando amo reírnos de la innombrable y del día en que nos conocimos. Cuando te desvelaste y me dijiste: “Mañana platicamos más de música va” y ese noche no pude dormir escuchando bien recio a Luo Reed, a los Zepellin y al Tom que tanto amas pensando en el Fulano que te hacía palpitar el corazón y era ocho años mayor que tú.
 
No hay 500 días sin ti cuando nos buscamos al mismo tiempo, cuando escribimos sobre el día, sobre mis sueños en tu casa, sobre los tuyos en mis brazos,  sobre el DF y la vida juntos. 500  días sin ti nunca cuando una semana me sabe horrenda.

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