sábado, 30 de enero de 2010

Noches




Aprendí a necesitarte, a llamarte por teléfono en las noches. Memoricé tu número, tu dirección, tus cartas, tus fotos que miro a través de los cristales, del espejo que tantas veces compartimos, donde me dejaste el segundo recado. Ahí mire por primera vez tu letra, rojísimo nombre que firmaba la hora del encuentro.
Todo el día estuve recordando la línea, la q, la cuerva de tu e. Miré en el espejo mi cabello, larguísimo que siempre jalas cuando me besas, que haces nudos y que machucas cuando estamos insensatos, provocativos, indecentes, enmarados.
Elegí la camisa que compraste, dices que el azul me va bien. Limpié mis dedos de la tinta, coloqué el disco de ayer, los solos que disfrutamos tanto, esa voz que aseguras que hipnotiza, así como te emociona salir a cenar a mí me emociona vivir contigo.
Llegué con el cabello mojado, pero antes disfruté tu silueta en la silla, tus lentes, tu cabello recién cepillado, como en las noches que hacemos eso antes de dormir, mientras me acaricias mi rodilla y juegas con mis vellos.  Mientras la noche se apodera de nosotros, mientras miro tus ojos cerrarse e imaginarme que te llevas mis caricias, mis besos y mis palabras.
Sabes que he dejado de dormir mirando, esperando a que despiertes para decirte lo tanto que me encanta saber que hoy, como ayer, es un buen día para estar tu lado.
Erik.

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