martes, 18 de mayo de 2010

"Chicas tranquilas y limpias con lindos vestidos"

Todas las que he conocido son putas, ex-putas,
locas. Veo hombres con mujeres
tranquilas, amables - los veo en los supermercados,
los veo caminando por la calle juntos,
los veo en sus departamentos: gente en
paz, viviendo juntos. sé que su paz
sólo es parcial, pero hay
paz, a menudo horas y días de paz.

todas las que he conocido son adictas a las píldoras,
alcohólicas, putas, ex-putas, locas.

cuando una se va
llega otra
peor que la anterior.

veo tantos hombres con chicas tranquilas y limpias
bien vestidas
chicas con caras que no son lobunas o
predatorias.

"no traigan más una puta por acá", les digo a
mis pocos amigos, "me voy a enamorar de ella".

"no podrías estar con una buena mujer, bukowski".

necesito una buena mujer. Necesito una buena mujer
más de lo que necesito esta máquina de escribir, más
de lo que necesito mi auto, más de lo que necesito
a Mozart. necesito tanto una buena mujer que
puedo saborearla en el aire, puedo sentirla
en la punta de mis dedos, puedo ver veredas construidas
para que sus pies caminen,
puedo ver almohadas para su cabeza,
puedo sentir mi risa que espera,
puedo verla acariciando un gato,
puedo verla durmiendo,
puedo ver sus pantuflas en el piso.

sé que existe (la encontré)
pero, donde está ella en esta tierra
mientras las putas continúan llegando?

(y llegaste y se fueron las putas
Te siento en la punta de mis dedos, de mi almohada
De mi verga mientras acaricias al gato
Puedo mirarte dormir mientras miras la tv
Miro las pantuflas fuera del baño
mirando tu dedo que me llama.)

martes, 4 de mayo de 2010

500 días sin Mónica

Y yo no pregunté por tus novios ni lo que éramos. Olvidamos las etiquetas y nunca nos peleamos aunque la primera vez sí viniste a  casa mientras llovía. Me explicabas esa mierda conceptual mientras me conmovía por tus ojos, huimos al cine y amábamos ser snob.  Te emocionan las películas raras tanto como a mí me emociona comprar muebles.
 
Tomaste mi mano por el centro, conocí las pinturas de tu casa y ordenamos mis películas en tus muebles. Elegiste la primera porno juntos y me enseñaste lo del mento y el suspiro en tu cuerpo. Tradujimos completa esa película francesa que nunca habías visto, nos gustaban los claro oscuros y esos acentos que entendías a la perfección.
 
Roncas y lo sabes. Yo no canto pero tú sí. Odio que te acorruques y no pueda besarte. Escribir tarjetas de felicitaciones es como el trabajo de ahora, hacer enunciados publicitarios. Y así, los grises en el cuaderno para nunca mirar un anillo en tu dedo.
 
Pero las películas, el rock y el amor no tienen la culpa. Mucho menos las palabras, dios. No pasa ni una semana y pareciera que son mil días, quinientos o mil quinientos días sin ti. Y no quiero fijarme bien en el pasado, esos flasback detenidos en las peores cosas que no existen. Que lloraras en la cama.
 
La pelota de tenis en mi cuarto con esas hojas y los rayones. No dibujos ni cartas, rayones y palabras sobre palabras. Yo no quiero ser comunicólogo ni buscaré trabajo de escritor, quiero seguir escribiendo tarjetas de felicitaciones. Quiero seguir amándote, quiero tomar tu mano en el centro, en la librería.
 
Quisiera tener una banca que te sorprenda y encontrarnos ahí cuando no nos hayamos visto en mucho tiempo. Tu alma es libre y puedes bailar con quien sea. Sólo no espero ir a la fiesta donde salga corriendo y me embriague en tetrapack. No quiero empezar desde el primer día cuando amo reírnos de la innombrable y del día en que nos conocimos. Cuando te desvelaste y me dijiste: “Mañana platicamos más de música va” y ese noche no pude dormir escuchando bien recio a Luo Reed, a los Zepellin y al Tom que tanto amas pensando en el Fulano que te hacía palpitar el corazón y era ocho años mayor que tú.
 
No hay 500 días sin ti cuando nos buscamos al mismo tiempo, cuando escribimos sobre el día, sobre mis sueños en tu casa, sobre los tuyos en mis brazos,  sobre el DF y la vida juntos. 500  días sin ti nunca cuando una semana me sabe horrenda.

miércoles, 21 de abril de 2010

Duermase y lease.

Lo que pasa es que yo siento que siempre estas conmigo.
En la fila del super, en la entrada al museo, en los arboles que se mecen con la lluvia, en las gotas de sudor que me escurren de la frente cuando estoy en el gym. No te digo que no te extraño, te digo que te siento aqui a mi lado.
Llego tan cansada en la noche que solo quiero entrar a mis sabanas tibias y acurrucarme en tu cabello (mas corto, mas lindo) y unir mis sueños a los tuyos.
Pasa una semana y una palabra es suficiente para borrar tu ausencia de 7 dias, tu risa, suavecita o nerviosa, contarnos toda una vida de 5 en 5.
Quisiera acordarme cuando fue la ultima vez que te vi, no recuerdo si fue en 114, en la libreria de viejo, en la estacion de autobuses cuando llevabas aquel extraño sombrero verde, o el dia que baile ballet en ese teatro de aquella ciudad que no recuerdo.
Mi memoria de llena de imagenes oniricas, no lo puedo evitar.
Fue asi como te soñaba sin conocerte y tarde 200 años mas en encontrarte, todo para que al final me encontraras tu a mi, me escribieras un recado, me compraras unas flores que jamas me entregaste.
Perdoname si no te digo todo esto viendote a los ojos, pero de solo imaginarlo, me late tanto tanto tanto el corazon, ya me veo, aprisionando tu cuello y comiendote a besos..
Mejor te lo escribo y lo lees vale?

Varadero, Cuba.

martes, 20 de abril de 2010

¿Sabes cómo sé que te amo?


Porque dejo a un lado todo lo que te escribo, las palabras que se juntan esperando la cercanía de tu cuerpo, de tus labios. El esperar en la cama hasta mirar tu cuerpo atravesar la sala mientras dices que la playera te estorba, los zapatos, el pantalón y me dejas quitarte el sostén, las pantaletas rosas con negro.
Todo eso lo olvido porque a veces creo que ya no te gusta. A veces, pienso que he caído en la monotonía, en mis monosilábicos discursos. Pero un mensaje tuyo me hace regresar, donde me pides que te lleve como la brisa. Me olvido de todo, duermo tranquilo, nada duele, nada temo, todo se torna azul-rojo-brillante. Es el amor dicen todos.
Y creo que eso es. Hago estupideces, claro, estoy enamorado. Mira trato de explicarlo, de hacerte sentir eso y hago un recuento de los daños. El primer día comí croquetas de perro por cereal. Voy  a la tienda sin dinero, sonrío como idiota a toda hora. Suspiro si alguien se da un beso, cierro los ojos cuando una chica le mete la mano a su novio en el pantalón, cuando se fajan justo en el asiento adelante, cuando él la mira, toma el rostro así como yo lo tomé esas noches, y te mordía los labios, la lengua, todo el cuerpo parte por parte.
Me pongo nervioso cuando alguien descubre que miro una foto tuya, cuando tengo que cambiarle al Ipod porque escucho tus canciones preferidas. Cuando subo algún texto que habla de ti, cuando alguien nos lee y me pone nervioso que no sepan quién te ama. El problema es que no estaba tan acostumbrado, así como tú me dices de los besos en la calle. Todo cambió, me acostumbro al amor, a ti, a tus labios, a tus besos pero no a lo triste que me siento cuando no sé nada de ti.

domingo, 18 de abril de 2010

Venganza

Iba a describir otro momento pero recordé que no te gustan los niños. Odias que quiera hacerte el amor cuando amarías sólo con tenerme en los brazos. Comenzaría colocando, así, como dictan las películas, el lugar, la hora y cómo se desarrolla.

Todo comenzó el día después de las chelas, del agua Bonafont y tus amigos recomendando sitios para comer. Llegamos, no planeamos nada, sólo tirarnos en la cama mientras miraba gran parte de la noche tus labios, tus párpados y tu mano en mi pecho. No quería moverme para despertarte. Amé mirar tu ropa interior toda la noche, era como ese deseo malvado, como el sueño de que te levantaras y me dijeras así, como me lo has dicho algunas veces en los lugares más extraños. Recuerdas el día que comíamos con mis padres, me levanté por una coca-cola porque, como buenos padres, en mi casa nadie lo hace.

Recorriste el pasillo y me dijiste: ¡no traigo ropa interior!, casi vómito el néctar capitalista y no pude concentrarme en la charla. Mi madre tratando de convencerte de que me pidas terminar a más tardar este año la escuela. Los viajes pendientes, mi gusto por tu inteligencia, mi hermana suspirando por la forma en que dices que me amas y en la forma en que te quiero pedir que vivas todo conmigo: El Basquiat, los tres nativos y todos los libros, películas y revistas que un día acomodamos toda una noche.

Metro Buenavista, mucho calor, bajamos al Chopo y seguimos por las librerías viejas. Metro hasta la Cineteca, esperar el horario, tomar un café, revisar unos libros. Planear el día venidero, besarnos en las bancas. Arreglar la salida, los tacos en la esquina y la salida de la noche. Me explicabas lo de tu espalda mientras no dejaba de mirarte hablar, tomaste mi pierna y al besarte sentiste mi cuerpo, me arrodille ante el tuyo, miraba desde abajo tu sonrisa. Jugué la venganza. Hablabas y solté la sentencia: “Mónica, no traigo ropa interior” escuchaste de eme a ere. Y de inmediato comprobaste mi calentura, mi cuerpo ya estaba listo para ti. Ni esperamos mirar la película, debíamos comer, pasar al cajero, metro hasta el centro, baño, agua y una noche corta porque nos esperaban las calles empedradas y llenas de luces. Traté de levantarme pero la erección era visible, me diste tu mochila con una sonrisa tan sexual que no puedo olvidar, sin gente seguro algo pasa ahí. Aunque los baños quedaban cerca como buenos adultos continuamos la noche y llegamos al 114. Esa noche se incendiaría, esa noche estuviste genial, esa noche me pediste…, esa noche me hace falta, ésta me haces falta.

lunes, 12 de abril de 2010

Calamaro

-¿Me quieres?

-Uyyy, un chingo.

-¿Y tú?

-¿Y más que a Andrés?

-¡Uyyy¡, ¿cómo te lo explico?

jueves, 8 de abril de 2010

Cuando no estás II

No me gustan las estrellas ni la luz que llena la silla donde hicimos el amor. Odio cenar solo y no escuchar tu voz que me cuenta sobre su día. He aprendido a saborear el chocolate en mis labios y no en los tuyos, en tus piernas, de tus senos y tu ombligo.

No termino un maldito libro. Camino por las calles del centro esperando tu mano, escuchar que me preguntes sobre algo, que me digas por dónde caminar para llegar al 114. Mirar cómo te pruebas los sombreros y alejarnos de las peleas. Compartir un limón, un atardecer, miles de noches y días en la cama hasta muy tarde.

Extraño tu voz, tu risa que insulta algún tipejo que arruinó tu día, el don de los cincuenta y tantos años que te dice nena y pregunta si en verdad eres muy conflictiva. Construyo avioncitos de papel para viajar y no poder estrellarnos nunca. Tacho el calendario contando los días para tu cumpleaños, para los días en Ensenada y que nadie pueda interrumpirme al tener esos labios cerca que me enloquecen.

Sufro por no pasar la noche junto a ti. Que me hayas dicho que soy tu contraparte cósmica, que mi cuerpo llena al tuyo como ensamblaje de rompecabezas. Chuleas mi cuerpo, mi sexo, mi cabello y eso me hace excitar. Me hace imaginar tu sexo con el mío, caliente. Frotándose y húmedos. Sudamos, nos besamos y pedimos nunca dejarnos solos, lloramos por la distancia, nos hacemos fuertes y nadie se quiere venir, queremos darnos lo mejor. No aguantamos más y estallamos al unísono, me tiemblan las piernas, te da mucha sed y nos miramos ardientes, sabemos a sal.

Abrazo la almohada y delineo tu figura en mi cama. Mido la distancia de mi cuerpo al tuyo, de mi pierna sobre tu cadera, de mis rodillas a tus labios, de mi cintura a tus pechos. De mis labios a tu oreja y de mis sueños a tu alma. Así como contaste los besos y mordidas que tenías que darme para completar mi cuerpo entero yo medí el eco de mi voz que entraba por tu oído y llegaba hasta tu corazón.

Te escribo de nuevo. Me inspira tu deseo de vivir conmigo en la capital. De despertar contigo y desayunar mirando los diarios, las revistas de chismes, al pendejo de Televisa que nuevamente la ha cagado. Planear el día completo para que en la cama tu cabello y tu cuerpo me convenzan de no levantarme jamás. De no salir y mirar documentales mientras me lees un libro y yo trato de hacer lo mismo. De mirarte maquillar y escuchar el ruido de tu secadora que endemonidamente pone a tu cabello muy sensual.